marzo 23, 2020
En medio del pánico, la angustia, la impotencia y la tristeza que ha despertado
la propagación del COVID-19 en más de 159 países del mundo, cabe preguntarse: ¿Cuáles
son las lecciones que puede dejarnos esta crisis de cara a los retos sociales,
y ambientales que enfrentamos como sociedades?
La primera y más importante lección que podemos considerar de esta crisis
es que estamos íntimamente conectados de
forma aterradora y a su vez hermosa; que nada ni nadie es en sí mismo, sino
en relación con el contexto del que es parte.
Hemos visto como los comportamientos de unos afectan al resto y cuan lejos
pueden llegar los seres humanos sometidos a situaciones de enorme estrés.
Compras compulsivas, generando desabastecimiento de productos críticos que
contribuirían a la supervivencia de las personas más vulnerables; actos de
violencia provocados por el miedo; llamados insistentes a la prudencia cuando
aquellos que se sienten fuera de peligro hacen oídos sordos… Y a su vez tantos
actos de solidaridad, que nos mantienen unidos y conectados.
Esto nos hace pensar en la necesidad de adoptar una nueva filosofía de
coexistencia que priorice el principio de interrelación e interdependencia al
valorar lo no evidente, no existen fronteras que realmente nos dividan frente a
los retos mundiales como es el Calentamiento Global.
La segunda lección es que la pérdida
de la biodiversidad aumenta la probabilidad de que se generen epidemias como el
Coronavirus. Los virus tienen mayor probabilidad de propagarse entre especies
silvestres y si el ecosistema está alterado y se reducen los mecanismos
biológicos de autocontrol, producir el contagio al Ser Humano. Estas epidemias
emergentes tienen un costo dramático en términos de vidas humanas y
producen efectos socioeconómicos devastadores para las sociedades.
Otra gran lección, entre muchas otras, es que la naturaleza necesitaba un
respiro de la actividad desmedida del ser humano para recuperarse. Pese a las
lamentables pérdidas humanas, a medida que el ritmo de vida de las personas se
estanca y la actividad económica se reduce en las ciudades en un intento
desesperado por frenar la pandemia, los cielos en China y los canales de
Venecia están revelando una extraordinaria mejoría en términos ambientales que
podría tener un impacto en una crisis que avanza mucho más rápido y con efectos
aun más devastadores que el Coronavirus: el Cambio Climático.
El alivio muy probablemente será momentáneo. No obstante, las sanciones
sobre viajes y paralización de la actividad productiva finalmente demostraron
que puede reducirse la contaminación de manera considerable en poco
tiempo. Según datos del científico de la
Universidad de Stanford y profesor de Sistemas de la Tierra, Marshall Burke, estos
efectos positivos podrían contribuir a salvar la vida de 77 000 residentes
chinos amenazados hoy en día por el Cambio Climático.
La clave está en reflexionar acerca de las medidas que se podrían adoptar
en un futuro para hacer una reingeniería social y económica del mundo que
favorezca un posible cambio de comportamiento por parte de los consumidores. Una
inmensa oportunidad para que los Estados hagan frente a las necesidades humanas
de forma colectiva.
La mejor vacuna que puede haber para esta pandemia, u otros episodios de crisis en la
humanidad es entendernos como humanidad y al ambiente desde una perspectiva de
interrelación que requiere poner en práctica cambios profundos en las dinámicas
interpersonales a través de una valoración ética - responsable y solidaria - al
reconocer que estamos conectados, somos parte del ambiente, por lo tanto, lo
que haga cada uno de nosotros, afecta al otro, y también a todas las demás formas de vida presentes.
María Paula Miquel