mayo 7, 2020
Atravesando la carretera General Antonio Duvergé en dirección Constanza San José de Ocoa y, viceversa, en el bosque húmedo y los pinares del Parque Nacional Valle Nuevo, llama la atención en ambas orillas de la carretera la presencia de plantas florales como la Cocaria o Fuchsia (Fuchsia triphylla y Fuchsia pringsheimii) de vistoso color rojo vivo o granate.
En América y Oceanía existen cerca de 110 especies pertenecientes al género Fuchsia. Estas especies semiarbustivas, en nuestra geografía insular, crecen asociadas a los pinares y a los bosques montañosos húmedos en altitudes entre los 1400 a 2600 metros sobre el nivel del mar. La Española cuenta con dos especies endémicas de este género, ambas presentes en la República Dominicana, en las altas montañas de la Cordillera central y la Sierra de Bahoruco.
Pertenecen a la familia Onagraceae, que para el caso de las Fuchsias, se caracterizan por tener flores de 4 sépalos y pétalos ambos muy coloreados, lo que da la impresión de que tienen doble número de estos. La Primera especie de Fuchsia descubierta en el mundo fue encontrada en nuestros bosques de la Cordillera Central por el botánico y religioso francés Charles Plumier, quien describió la Fuchsia triphylla en el año 1703 en su libro Nova Plantarum Americanarum Genera. En ese libro se identificó como Fuchsia Triphylla Flore Coccinea (Fuchsia con tres hojas y flores rojas). El nombre Fuchsia fue en honor al botánico alemán Leonhart Fuchs (1500-1566), quien dedicó su vida al estudio de plantas medicinales.
Debido al atractivo colorido y su extenso período de floración que se extiende desde principios de primavera hasta finales de otoño, la planta, especialmente la Fuchsia triphylla, se ha hecho popular para la reproducción con fines ornamentales. Esto ha resultado en una extensa raza de cultivadores que le permite crecer en varios entornos de todo el mundo.
Sus flores alargadas y tubulares atraen a los colibríes, los cuales sirven de vector polinizador. En Valle Nuevo se puede observar a dos de nuestros colibríes o zumbadores libando en ellas, la especie nativa (Zumbador Grande, Anthracothorax dominicus) y la endémica (Zumbador Esmeralda, Chlorostilbon swansonii). También sus pequeños frutos son apreciados por una gran variedad de aves frugívoras, contribuyendo así a su dispersión natural.
En su relato durante una de sus visitas exploratorias al Valle de Constanza (publicado en el The Atheneum, revista londinense de ciencias, en julio de 1852) Sir Robert H. Schomburgk, Cónsul General británico designado el año 1848 en nuestro país, expresó lo siguiente:
“El estrecho sendero bordeaba ahora un desfiladero, cuando una masa de flores rojas llamó mi atención (…). Las flores eran de una espléndida Fuchsia… y sus flores pendientes tenían cerca de dos pulgadas de largo; para aumentar su belleza, en cada ramita había hasta doce flores. La Fuchsia es una de nuestras flores favoritas en Europa. Como ejemplar extranjero se cuida allá en los invernaderos de los ricos, en tanto que aquí crece en los cercados de chozas humildes, y sirve para engalanar las cabezas de las novias, tejidas entre los cabellos con rosas y azahares. No obstante, me encuentro por primera vez con esta planta en su suelo natal. He vagado por montañas y valles contorneando los trópicos: las primeras, de mayor elevación que esta que ascendemos; los segundos, de vegetación mucho más rica; sin embargo, ninguna de esas escenas, hasta ahora, se me había presentado engalanada con una Fuchsia”.